Mama luchona

Gabriel Chaile

MAMÁ LUCHONA (2021). 

Arcilla, estructura de metal, huevos, ladrillos y pigmentos.

415 x 156 x 283 cm

En sus esculturas, Gabriel Chaile amplía el léxico de imágenes y objetos de las culturas precoloniales del noroeste de Argentina, de donde es originario. En el núcleo de su práctica artística se encuentra una crítica a los estereotipos y categorías utilizadas para controlar, oprimir y aniquilar formas de vida que se alejan de los modelos eurocéntricos.

Chaile transmuta formas de objetos indígenas que fueron saqueados y reunidos en museos antropológicos para crear sus propias formas híbridas con reverencia y humor.

Más que “preservar” los objetos de sus ancestros, como si pertenecieran a un pasado que nunca volverá, sus obras evidencian cómo estas culturas y formas visuales están indiscutiblemente vivas, y cómo los problemas sociales del presente se conectan con una larga historia de resistencia anticolonial. 

Creada para la Trienal de 2021, Mamá luchona es imaginada por Chaile como la madre de todas sus esculturas anteriores. La obra se basa en una forma encontrada en la cerámica de la cultura Condorhuasi (c. 400 a.C. -700 d. C., Catamarca, Argentina), que el artista admira hace tiempo y describe como “entre dos estados, como si estuvieran a punto de convertirse en otra cosa”. El título proviene de una expresión utilizada en diferentes regiones de América Latina tanto para referirse a las madres solteras que se esfuerzan por cuidar a sus hijos como, peyorativamente, a las madres jóvenes que no renuncian a su derecho a los placeres y las fiestas.

Símbolos recurrentes de vida y fertilidad en la obra del artista, los huevos engalanan el cuerpo de la escultura, como si fueran un arsenal de municiones que pudieran ser arrojados para atacar. Con Mamá luchona, Chaile retrata un poderoso y doloroso proceso de transformación, y la situación formativa a través de la cual uno aprende a luchar por la vida que quiere.

 

Margot Norton

Texto para Soft Water Hard Stone, Quinta Trienal New Museum, Nueva York, 28 de octubre 2021 al 23 de enero 2022

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Mariano Molina

CUADRO DE SITUACIÓN (2022).

Chapa microperforada sobre muro

19 x 6 metros.

Las imágenes de multitudes se han convertido en una parte fundamental de mi repertorio iconográfico. En el año 2002 comencé a utilizar fotografías que había tomado en dos acontecimientos que marcaron un quiebre histórico en el mundo y en la Argentina. Las primeras las tomé en New York justamente en septiembre de 2001, luego del ataque a las torres gemelas. Al regresar a la Argentina, presencié a diario las manifestaciones de fines de diciembre en Plaza de Mayo, debido a que en ese momento trabajaba en un edificio justo frente a la plaza. Estas imágenes las comencé a utilizar como punto de partida, pero nunca pretendiendo ilustrar los eventos de cada escena. 

Mi intención ha sido siempre descontextualizarlas, eliminando su entorno e intentando lograr un resultado atemporal, ambiguo y de múltiples interpretaciones. Cuadro de situación nace de una propuesta de la Fundación ArtHaus, para elaborar una pieza en paneles de chapa microperforada a gran escala. Con el título pretendo plantear la misma ambigüedad que recorre a la multitud en la imagen. 

La falta de certezas atraviesa mi producción y posiblemente sea allí donde habite la poiesis. Este trabajo cobra un significado especial para mí, porque en esta ocasión el mural deja de ser efímero para convertirse en una de las obras emblema de ArtHaus Central. No es casual que luzca a la distancia como una gran impresión digital. En ocasiones, mis pinturas han sido confundidas con reproducciones realizadas por medios mecánicos, y en estos juegos de la percepción reside uno de mis principales intereses. La escala también propone un desafío, en donde la distancia entre obra y espectador se convierte en aliada de esta experiencia. 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                         Mariano Molina

 

Texto para la inauguración de Cuadro de situación en ArtHaus Central, 2 de noviembre de 2022

 

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TEC

LA LAGARTIJA (2023).

Metilmetacrilato sobre asfalto 

Medias varias x 120 metros.

Bajo el concepto de “juego revolucionario”, los situacionistas franceses pregonaron la idea de que el juego debía invadir la vida entera, rompiendo radicalmente con un tiempo y un espacio lúdicos limitados. Contra la existencia marginal del juego frente a la opresiva realidad del trabajo, impulsaron las formas experimentales de un “juego revolucionario” que nada tenía que ver con el retorno a estadios infantiles, sino que articulaba directamente con su ideario emancipatorio, que vieron materializarse (aunque por breve tiempo) durante el llamado mayo francés. Contra el principio de maximización del beneficio propio de la lógica capitalística, los situacionistas vieron en el juego el espacio paradigmático de lo dinámico, lo improductivo, lo participativo y lo grupal. 

Algo de aquel viejo espíritu contestatario se percibe en una zona de la propuesta del artista urbano TEC, cordobés radicado hace más de diez años en San Pablo, Brasil. En lo específico, el ideal del “juego revolucionario” parece estar sobrevolando su producción de gran formato pintada sobre asfalto, para la cual (nada casualmente) TEC estiliza motivos como barriletes, lagartijas, pelotas de fútbol, peces, nadadores y escaladores, que subvierten los espacios prototípicamente destinados a las marcas viales. Al toparse con esa otra señalética (tan atrayente como inútil) diseñada por el artista, los peatones y automovilistas desprevenidos no pueden evitar sonreír. 

La lagartija, comisionada al artista por la Fundación ArtHaus, es una de las obras sobre asfalto producidas en la Ciudad de Buenos Aires de mayor impacto. En uno de sus detalles, este saurio a lunares de 120 metros esconde el homenaje de TEC al movimiento contracultural de la pichação, que, originado en San Pablo en 1980 y con claras influencias del movimiento punk, sigue hoy plenamente vigente. 

La pichação u ortografía estilizada de palabras inspirada vagamente en el alfabeto rúnico-escandinavo, es retomada por TEC para el dibujo de una de las garras de la lagartija, aunque esta evocación se realiza con una variante sustancial. Mientras los “pichadores” utilizan todos los espacios verticales (muros, ventanales, medianeras, paredes de los últimos pisos de los edificios) disponibles en la ciudad para desplegar su alfabeto, animados por un espíritu entre reivindicatorio y vandálico, TEC opta por un soporte horizontal que es de todos y de nadie: el asfalto. Lo hace, además, estableciendo un diálogo fructífero con los transeúntes y vecinos que convivirán luego con la obra en cuestión y a los fines de convocar a toda la comunidad a imaginar otros mundos posibles, más coloridos y alegres. 

No solo la obra deviene entonces colectiva, sino también su modo de producción. De la misma imposibilidad técnica de pintar en solitario murales u obras de gran formato sobre asfalto, TEC desprende una novedosa forma de creación, colectiva, cambiante y plural. Entre sus colaboradores habituales se cuentan no solo otros jóvenes artistas urbanos sino también droneros. Gracias a los segundos, el artista ha vuelto sus creaciones irreverentemente visibles desde los cielos hipervigilados de nuestras grises metrópolis, al mismo tiempo que explora desde el año 2015 las posibilidades de la llamada “animación destructiva” (o stop motion), que hace que sus lagartijas, nadadores y escaladores “avancen” sobre el asfalto. 

La lagartija, vista desde la escala humana, se nos aparece como una serie de curvas y manchas abstractas: las marcas viales de una urbe secreta. Que la lagartija de TEC desborde la diferenciación entre calle y vereda, que una zona de su cuerpo “se zambulla” bajo el asfalto, doblegando las líneas rectas que rigen el trazado de nuestra ciudad, también resulta de gran significación. Desde el ojo omnisciente del DRONE, intuimos que el simbolismo de la criatura de TEC (¿fertilidad? ¿resurrección? ¿rebeldía? ¿ecologismo? ¿renovación?) intrigará tanto a las generaciones futuras como a nosotros las líneas de Nazca, entre las cuales, por otra parte, ya existía también… otra lagartija. 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           Virginia Castro